Univision | Mandemos a los dreamers de vuelta a la escuela

En esta temporada del año millones de padres y sus hijos se preparan para volver a un nuevo año escolar. De hecho, cada año NHCLC/CONEL designa el primer domingo de septiembre como el Domingo de la Educación. En este día, miles de comunidades de fe, a través de todos los estados, entrenan a sus congregantes para que puedan abogar por que cada niño en Estados Unidos –sin importar raza, nivel de ingreso o código postal– tenga acceso a una educación de alto estándar.

Desafortunadamente, cientos de miles de estudiantes corren el riesgo de no poder empezar este próximo año escolar.

Noticias recientes sugieren que el Presidente Trump planea permitir que DACA “caduque.” Lo que esto significaría a más de 800,000 dreamers no es exactamente claro. Ya que DACA requiere que los beneficiados renueven su estatus cada dos años, los dreamers no tendrían más de dos años de estatus legal antes de que sus permisos expiren. Por ejemplo, si un dreamer tiene que renovar su estatus legal el 5 de septiembre –el mismo día que Trump supuestamente va a permitir que el programa caduque– ese dreamer estaría ilegal el 6 de septiembre.

DACA, por supuesto, es increíblemente importante para muchas personas. En primer lugar, porque permite que los dreamers –jóvenes indocumentados que, antes de cumplir 16 años, fueron traídos a Estados Unidos por sus padres– puedan quedarse, trabajar y vivir sin miedo a ser deportados.

Igualmente importante pero mucho menos enfatizado, DACA asegura que los dreamers que se han graduado de secundaria puedan recibir y renovar cada dos años un permiso para ir a la universidad. Este permiso también les da acceso a ayuda financiera y garantiza que pagarán el precio de la matricula como residentes del estado donde viven (in-state tuition).

Recuerdo constantemente la historia de Andrea González, una dreamer traída a Estados Unidos cuando era una preadolescente. Su familia huyó de la violencia y la escasez de comida en Venezuela. Inicialmente, el padre de Andrea recibió una visa como un trabajador religioso, pero por culpa de la burocracia y de las formalidades administrativas la batalla por renovar su visa tomó años. De hecho, la espera fue tan larga que cuando al fin la solicitud de visa fue rechazada, la familia González ya había establecido raíces en Estados Unidos. Andrea ya había atendido a la escuela por años, hablaba inglés mejor que español, tenía amigos y sobresalía en sus clases.

Para proteger el futuro de sus hijos, la familia González tomó la difícil decisión de quedarse en Estados Unidos, con la esperanza de que un día podrían reestablecer su estatus legal en el país.

Antes de DACA, Andrea era una estudiante de último año en secundaria, orando por una oportunidad de poder ir a la universidad. Y era una candidata excelente. Tenía un GPA (grade point average) alto, buenas calificaciones en exámenes de admisión, era una estudiante con honores (“honors student”) y participaba en una variedad de actividades extracurriculares, posiciones de liderazgo y muchas horas de voluntariado. Andrea recibió respuestas de muchas de las universidad a las cuales aplicó, pero todas decían lo mismo: “Nos encantaría tenerte, pero desafortunadamente no podemos aceptar tu aplicación debido a tu estatus migratorio”.

Todo eso cambió cuando el Presidente Obama ratificó el programa DACA en el 2012. Aun cuando su entrada a la universidad fue demorada, Andrea eventualmente fue aceptada a una buena universidad, y hace poco se graduó como ingeniera civil.

Ahora, cuando el futuro de DACA está amenazado, el futuro de Andrea ­–como el futuro de cientos de miles de otros dreamers– otra vez corre riesgo. ¿Podrán terminar su educación? ¿Serán deportados? ¿Permanecerán intactas sus familias?

La realidad es que las verdaderas víctimas de nuestro sistema político son las jóvenes promesas estadounidense como Andrea González. En esta temporada, cuando los niños regresan a la escuela, deberíamos de estar celebrando, apoyando y ayudando a todos nuestros jóvenes a que tengan la oportunidad de recibir una educación. De lo contrario, nos vemos enredados en otra pelea política.

Como sociedad, ya hemos invertido en una educación para los dreamers. Les hemos permitido trabajar, pagar impuestos y contribuir a la economía. ¿Como podemos, cinco años después decirles a las escuelas que tienen que expulsar a estos estudiantes y a los empleadores que tienen que despedir a estos trabajadores?

No tiene sentido.

Si el Presidente Trump permite que DACA caduque, nos encontraremos en el limbo. Y aunque nadie sabe qué es lo que va a pasar, todos sabemos qué es lo que debe pasar.

El Congreso debe, finalmente y de manera permanente, proteger a nuestros niños.
Aplaudo a Paul Ryan, presidente de la Cámara, por reconocer que este es un problema que el Congreso debe solucionar. Él, junto a muchos de nosotros, le está pidiendo al presidente de que renueve DACA y que lo defienda si algunos estados retan el programa en corte.

Al Congreso y al presidente les digo: es hora de proteger permanentemente a los dreamers y de asegurar que todos los niños en Estados Unidos vayan camino a un nuevo año escolar.

Rev. Samuel Rodríguez es Presidente de la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano. Ha sido nombrado por CNN y FOX News como “el líder del movimiento Hispano Evangélico,” y la revista TIME lo nominó entre los 100 líderes más influyentes en Estados Unidos.

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